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Publicado el viernes, 13 de octubre de 2017

10 consejos para que tus hijos se aburran

Sí, has leído bien. Los niños se están perdiendo la experiencia de aburrirse; y con ella, la capacidad de inventar, de crear, de interesarse por algo nuevo, de observar algo que siempre estaba ahí pero que les había pasado inadvertido, en definitiva, de buscarse la vida.


Sandi Mann lleva a cabo una innovadora investigación para explicar cómo actuamos, reaccionamos y superamos el aburrimiento. Sostiene que existe un lado positivo del aburrimiento, y que este puede ser un catalizador para el humor, la diversión, la reflexión, la creatividad y la inspiración, y que la solución al “problema del aburrimiento” es potenciarlo en lugar de evitarlo.

 

Lo que sigue es un extracto de su libro El arte de saber aburrirse.

 

 

 

Los padres están tan interesados en proporcionar a sus hijos «ventajas», y la posibilidad de que adelanten trabajo en un mundo cada vez más competitivo mediante «clases educacionales» y «actividades de desarrollo», que simplemente no les dan la oportunidad de aburrirse. Cuando la escuela está cerrada, se precipitan de actividad en actividad, todas diseñadas para proporcionar aún más estimulación a los niños ya sobreestimulados por la escuela y por el tiempo pasado frente a las pantallas, que les ofrecen novedad continua.

 

Las razones para todas estas actividades que minimizan el aburrimiento son variadas, como se ha expuesto: por falta de tiempo de los padres, por el «peligro de los extraños»… Pero ninguna de estas razones se ocupa de los problemas reales: todos giran alrededor del deseo de que los hijos obtengan una ventaja competitiva, para que les vaya bien en la vida. Pero ¿qué pasa con ese miedo más profundamente arraigado que parecen tener los padres de hoy en día a permitir que sus hijos se aburran?

 

Los padres actuales ven el aburrimiento como algo tan negativo que hacen casi cualquier cosa para evitarlo. El aburrimiento significa infraestimulación y, como hemos visto, la estimulación es vista como algo que debemos darles a nuestros hijos, tan importante como el amor y el alimento. De hecho, la estimulación se ha convertido en el zeitgeist del siglo xxi y, como tal, su polo opuesto –el aburrimiento– se ha convertido en el paria. Si no somos capaces de estimularlos lo suficiente, desde el nacimiento e incluso antes, estamos fallando en nuestro deber como padres, y el miedo al fracaso es una preocupación muy real para los padres de hoy en día. Cuando nuestro hijo se aburre, en lugar de decirle que busque algo que hacer (como solía decir- me mi madre), lo vemos como un ataque personal a nuestras habilidades de crianza. Muchos padres de hoy en día se sienten culpables. Son padres y madres con poco tiempo, que hacen malabares con el trabajo y la vida familiar y que quieren compensarlo asegurándose de que su descendencia tiene las mejores ventajas en cuanto a su desarrollo educativo. Una queja de aburrimiento puede entonces sentirse fácilmente como una acusación profundamente hiriente. Sin embargo, muchos sostienen, como yo, que están equivocados. Al tratar de combatir e incluso de adelantarnos al aburrimiento de nuestros hijos, llenando de estímulos cada momento, les estamos fallando. Estamos tan atrapados en la búsqueda de la estimulación, en llenar su tiempo de actividades significativas dignas, que nos hemos olvidado de lo beneficioso que puede ser el tiempo de inactividad.

 

Algunos expertos en crianza se han dado cuenta, y llaman a los padres a abrazar, a no temer, al aburrimiento. La doctora Teresa Belton, investigadora de la School of Education and Lifelong Learning de la Universidad de Anglia del Este, entrevistó a una serie de autores, artistas y científicos para su exploración sobre los efectos del aburrimiento. Sus resultados, publicados en 2013, sugieren que los padres deben permitir que sus hijos se aburran para que puedan desarrollar su creatividad. Señala que la escritora Meera Syal comenzó a llevar un diario en el que escribía poemas y cuentos –su primera experiencia literaria– por aburrimiento. Belton insta a los niños a que pasen tiempo «quietos y mirando», a aburrirse y a tener tiempo de inactividad con el fin de aprender a entretenerse ellos mismos y a obligarse a encontrar otras salidas creativas.

 

En 2014, Julie Robinson, directora de educación y formación de la Independent Association of Prep Schools (IAPS), declaró a la revista de la asociación que el aburrimiento prepara a los niños para la realidad de la edad adulta, cuando la vida no es siempre emocionante y divertida. La tranquilidad, la calma y la reflexión, señaló, deben considerarse tan importantes como cualquier clase o actividad estructurada «estimulante». Y el periodista Edward Collier  escribió un artículo inspirador en The Guardian en 2010 en el que lamentó el aumento de lo que llamó «hervidero de entretenimiento» que los padres parecen empeñados en suministrar a sus hijos. El aburrimiento, insiste Collier, «abre vías» que pueden conducir a la utilización de la escritura, la poesía, la composición de música y todo tipo de pasatiempos basados en recursos interiores, en lugar de exteriores.

 

Entonces, ¿qué debemos hacer para permitir que nuestros hijos abracen el aburrimiento en sus vidas? Estas son mis sugerencias:

 

•  Empezar joven: no molestes a tu barriga con dispositivos de estimulación, ya que todas las necesidades del feto se suministran en el útero y debemos asumir (hasta que se demuestre lo contrario) que la necesidad de estimulación también está incluida.

 

•  Olvidar los juguetes supertecnológicos que dominan el mercado de bebés y niños pequeños. ¡Los niños pequeños no necesitan luces, música, movimiento y acciones, todo a la vez! Hay que volver a lo básico, a los juguetes simples que permiten que los niños desarrollen sus propias habilidades (por ejemplo, los de clasificación de formas) sin tantas distracciones.

 

•  Proporcionar los elementos básicos para vencer el aburrimiento de forma creativa: papel, lápices de colores, materiales para construir cosas…

 

•  Evitar el exceso de ruido de fondo: encender el televisor solo para ver programas específicos, cuidadosamente seleccionados.

 

•  Limitar el tiempo de permanencia en la guardería. No hay nada malo en el cuidado que proporcionan las guarderías, pero el exceso de tiempo en ellas puede ser sobreestimulante.

 

•  Limitar el tiempo frente a la pantalla. Esto incluye la televisión, los ordenadores, las consolas, los teléfonos inteligentes, etcétera.

 

•  Dejar que los hijos adquieran la estimulación del mundo real: interactuando con la naturaleza, observando girar la lavadora, golpeando cacerolas, etcétera. A nuestro alrededor existen muchas maneras de estimular a los niños, no necesitan aprender a necesitar más.

 

•  No sobreprogramar a los niños. Algunas clases y actividades extraescolares son geniales, pero asegúrate de que, cualquiera que sea su edad, también tienen tiempo de inactividad.

 

•  Alégrate cuando dicen: «Estoy aburrido». Debes verlo como un reflejo de tus habilidades parentales superiores en lugar de como un fallo.

 

•  Por último, no te lleves la tableta a la cafetería para entretenerlos. En su lugar, lleva lápices de colores y anímalos a mirar a su alrededor e interactuar con su entorno (cuidado: esto puede implicar tener que interactuar con ellos).

 

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