Todos queremos que nuestros hijos sean buenos lectores. Por eso entre nuestros posts más leídos, están estos dos:
- El de la lista de las cosas que NO hay que hacer para que los niños lean
- Y el de los consejos para convertir a nuestros hijos en lectores antes de que empiecen a leer
Resumiendo, hablábamos en esos posts de una condición imprescindible para que la lectura se haga un espacio en el día a día: la tranquilidad, tal como reivindicaba Elvira Lindo, y de todo lo que tiene que ver con los libros en sí mismos, que quizás parezca una obviedad pero que no siempre se tiene en cuenta:
- tener libros en casa
- leerlos uno
- leérselos a ellos
Dicho de otra manera:
Para leer, una persona necesita, en primer lugar, tranquilidad, porque sin ella no hay receptividad; y en segundo lugar, curiosidad, la necesaria para que la historia signifique algo, un significado que no será el mismo para cada lector, ya que dependerá de sus conocimientos previos, su historia, sus intereses.
Para leer, un niño necesita notar que los libros son interesantes, apreciados, que su familia los usa, que circulan por la casa, que no son un elemento decorativo, que sus padres le digan de vez en cuando “¡déjame leer tranquilo/a un momento, por favor!”, o incluso “esta noche te quedas sin cuento” en vez del “te quedas sin postre”.
Pero vayamos más adelante.
Para despertar en un niño el deseo por leer, hay que despertar su necesidad de historias. Y las historias no están solo en los cuentos y en los libros:
- Las anécdotas de cuando sus padres, o sus abuelos, eran pequeños, son historias que suelen encantar a los niños.
- Las vivencias de lo que nos pasó en el día, en el trabajo, en el transporte, diversos problemas que hayamos tenido que afrontar; son historias que también estimulan su curiosidad, a la vez que amplían su conocimiento del mundo.
- El relato de cómo era la vida antes de que ellos naciera genera en los niños un asombro que les provoca un montón de preguntas: “¿Y cómo hacían cuando querían hablar por teléfono si no tenían teléfono?”, “¿cumpleaños sin piñatas? ¿es eso posible?”, y un sinfín de situaciones que no se plantearían nunca si no fuera porque les contamos que las cosas pueden ser de otra manera.
- Noticias de actualidad, conflictos, problemas en cualquier lugar del mundo (seguro que no nos faltarán fuentes de inspiración) que enseguida harán saltar las seis preguntas que conforman cualquier historia: ¿qué?, ¿quién?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿por qué? y ¿cómo?. Y el día en que además pregunten “¿para qué?” es que tendremos en casa un pequeño filósofo. Hay muchas noticias que se puede, y conviene, compartir con los niños. No sea que luego crezcan pensando que lo único importante es lo que les ocurre a ellos.
- También podemos ayudarlosa construir historias, en torno de una persona que vemos pasar y nos –mejor dicho, “les”– llama la atención. ¿Por qué va tan de prisa? A partir de ahí, puede surgir un torrente imaginativo que dará lugar a una historia muy original.
Somos seres narrativos, dicen, y necesitamos historias para vivir. Y por eso los cuentos gustan a los niños, porque ellos tienen necesidades más genuinas que nosotros, y tratan de satisfacerlas. Pero las historias no están solo en los libros. Si logramos aprovechar todas las que nos rodean y que forman parte de nuestra vida, y las compartimos con los niños, seguramente su necesidad de historias no se apagará nunca, y luego, cuando ya no tenga a ningún adulto a su lado que les cuente una historia, quizás buscarán un libro.