Nos encantan las listas, las que enumeran lo que se debe y lo que no se debe hacer sobre cualquier tema. Si la lista es de un número redondo, mejor aún: “10 consejos para no engordar”, “15 alimentos que desterrar de tu dieta”, “20 restaurantes a los que no puedes dejar de ir”, y así podemos encontrar listas de extensión variable sobre cada ámbito de la vida. Yo misma he sucumbido a la tentación de “los 10 consejos para aficionar a los niños a la lectura”, ¡cómo no!
Pero, ¿y si no fuera necesario hacer tantas cosas para que los niños lean y precisamente se tratara de hacer menos? Me puse a reflexionar sobre ello hace unos meses tras leer una columna de Elvira Lindo en la que, al hilo de la piratería de libros, se pronunció sobre cómo fomentar la lectura entre los niños. No he vuelto a encontrar nada más claro, simple y contundente:
«…hay que ayudar a leer a los niños. Ayudarlos, no en el sentido de darles la lectura mascada para que les entre sin sentir sino proporcionándoles paz de espíritu, entrenarles en el difícil ejercicio de la paciencia, transmitirles sosiego, enseñarles a que en la vida hay momentos de parón y aburrimiento que uno ha de llenar sin dar la lata ni hacer ruido, educarlos para exigir menos a los demás y exigirse más a ellos mismos, ejercitar el músculo de la fantasía a fin de que pongan en una historia tanto como reciben. Esto es tarea de un padre y de una madre.» (Las negritas son mías.)
Paz de espíritu, paciencia, sosiego, parón, aburrimiento, fantasía… nada de esto se consigue con una batería de herramientas ni con un plan de acciones educativas, sino más bien quitando estímulos, quitando actividades a las cargadas agendas infantiles. A veces, menos es más.
¿Menos de qué? Menos distracciones, menos juguetes, menos extraescolares, menos pantallas… Si quitamos parte de todo el ruido que muchas veces envuelve sus días, los niños encontrarán el espacio de tranquilidad que se necesita para leer.
Y ahí estaba dándole vueltas al asunto y pensando en hacer el próximo post de este blog sobre el tema, cuando escucho decir a Antonio Muñoz Molina -en diálogo con Pepa Bueno y Elvira Lindo- en el Congreso del Bienestar en Córdoba, que «para que un niño lea, y juegue, lo que necesita es tranquilidad.» Porque sin tranquilidad, no despertarán su interés ni su curiosidad, imprescindibles para decidirse a abrir un libro, y sin tranquilidad, no puede comprender lo que lee (o escucha, cuando alguien le lee en voz alta).
Así que si queréis que los niños lean, antes de poner en práctica ninguna táctica de dudoso resultado, os proponemos desde Patio que sólo procuréis momentos y espacios de tranquilidad para que los niños cojan un libro, o para que os escuchen leerles en voz alta.
Por cierto, ¿habéis leído bien? La cita de Muñoz Molina dice «para que un niño lea, y juegue, necesita tranquilidad». Empezamos hablando de la lectura y terminamos hablando del juego. Es que jugar y leer están más relacionados de lo que parece, pero esto lo dejamos para el próximo post.