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Publicado el lunes, 30 de de 2018

Los diez principios rectores de la crianza reflexiva

Los principios de la crianza reflexiva derivan de lo que la ciencia ha demostrado que ayuda a los padres a dar a sus hijos aquello que más necesitan para todas las dimensiones del desarrollo saludable.

Los 10 principios de la crianza reflexiva

 

 

La crianza reflexiva conjuga la capacidad de los padres para el pensamiento reflexivo con un conjunto de principios rectores que deben seguirse al interactuar con los hijos. Los principios de la crianza reflexiva derivan de lo que la ciencia ha demostrado que ayuda a los padres a dar a sus hijos aquello que más necesitan para todas las dimensiones del desarrollo saludable.

 

Los 10 principios de la crianza reflexiva son los siguientes:

 

1.  La relación paternofilial es primordial. Asegúrate de moderar el ritmo y concentrarte en el presente, porque las relaciones no pueden acelerarse. En caso de duda, concéntrate en la relación. Hagas lo que hagas, esta debería ser lo primero. La relación es lo más importante y está por encima del rendimiento académico, las actividades extraescolares, los límites e incluso la disciplina. La relación es el suelo fértil en el que se plantan las raíces de tu hijo para que este pueda crecer y florecer.

 

2.  No existen padres perfectos ni respuestas o formas de criar «correctas» o «mejores». Existe una amplia gama de estilos parentales, todos los cuales tienen las mismas posibilidades de propiciar el desarrollo adecuado de los hijos. Piensa más por ti mismo. Encuentra tus propias respuestas. Confía más en tu capacidad de descubrir una buena forma de manejar una situación con tu hijo. Tú eres el mejor juez de lo que tu hijo necesita. Los libros y los expertos ofrecen recetas para probar, pero solo tú puedes determinar qué comida nutritiva es preferible para tu hijo y tu familia. 

 

3.  Tolera la ambigüedad, la incertidumbre y el desconocimiento. Esto incluye aceptar que los malentendidos y los conflictos son normales e inevitables. Al tolerar y aceptar estas cosas, es menos probable que los padres reaccionen de forma automática o rígida ante las situaciones. La vida y las relaciones humanas son, por su propia naturaleza, un asunto complicado. Hemos de resistirnos al impulso de intentar ordenarlas en un santiamén.

 

4.  Observa el mundo tanto desde la perspectiva de tu hijo como desde la tuya. Métete en la mente de tu hijo y observa el mundo con sus ojos, no solo con los tuyos. Él es una persona independiente con sus propios puntos de vista y motivaciones. Además, la mente del niño opera de forma bastante diferente a la del adulto, lo cual es importante tener en cuenta a la hora de decidir cómo responder a tu hijo. La adopción de perspectivas promueve una mayor empatía en el padre, permite que el hijo se sienta comprendido y es la piedra angular de la capacidad del niño de desarrollar su mente.

 

5.  Sé curioso, abierto y flexible como persona y como padre. Por mucho que desees conocer todas las respuestas, nadie puede hacerlo. Además, tu hijo no necesita que sepas todas las respuestas. Es bueno asombrarse y preguntarse lo que sucede. Los científicos creen que a las personas les va mejor en la vida si tienen varias formas de ver el mundo y barajan diversas opciones de comportamiento. Dado que esta forma de ser es más adaptativa, es conveniente que la modeles para tu hijo. 

 

6.  Regula a tus hijos ayudándolos a controlar sus sentimientos y a mantenerse firmes. Los niños necesitan ciertamente que los padres los ayuden a contener sus impulsos y serenar sus emociones. La mejor clase de ayuda se basa en un enfoque equilibrado. Los padres lo llevan a cabo equilibrando la sintonización emocional y la sensibilidad con el establecimiento de límites firmes y apropiados a la edad y, asimismo, equilibrando la comprensión y la validación de sentimientos con la limitación de los modos de expresar dichos sentimientos. 

 

7.  Enseña a tu hijo a ser competente y resiliente. En última instancia, tu hijo necesitará hacerse cada vez más independiente de ti. Los niños realizan esta transición más exitosamente si desarrollan la competencia y la resiliencia. Con el fin de que adquieran estas destrezas, primero asegúrate de mantener la actitud de que todas las dificultades pueden afrontarse y superarse, y de que todos los sentimientos, incluso los muy malos, cambiarán con el tiempo. Asimismo, ayuda a tu hijo a desarrollar estrategias para perseverar y hacer frente a los desafíos, las frustraciones, las decepciones y el sufrimiento. De este modo, incluso si una situación dolorosa o una crisis abate a tu hijo, será capaz de volver a levantarse.

 

8.  Sé más positivo que negativo, más optimista que pesimista. Por supuesto, los niños tienen sus defectos y sus problemas. Sin embargo, las pruebas demuestran que es mejor para ellos minimizar sus dificultades y potenciar los aspectos positivos. Por lo tanto, subraya sus aciertos más que sus errores. Subraya sus fortalezas más que sus debilidades. Insiste en que es probable que las cosas mejoren en lugar de empeorar. Advierte y elogia los esfuerzos de los niños, no solo sus logros. 

 

9.  Repara las posibles rupturas de la relación. La ira y el conflicto son normales en toda relación. Aunque sea difícil, por lo general los niños son bastante capaces de hacerles frente. Lo que no saben manejar son aquellos casos en los que la ira o el conflicto conducen a una ruptura en la relación. Esto provoca sentimientos de soledad y abandono que exceden la capacidad del niño de hacerles frente. Por consiguiente, asegúrate de dedicar tiempo y esfuerzo a reparar rupturas en caso de que se produzcan.

 

10.  Todos los niños son únicos, así que adapta tu crianza a las necesidades específicas de tu hijo. No hay dos cerebros iguales ni dos personas iguales. La ciencia pone de relieve que la diversidad y la variación forman parte de la vida humana. Por tanto, no puedes aplicar las mismas estrategias de crianza a todos los niños. Educa a tu hijo de acuerdo con su forma de ser. Todos los padres tienen sus expectativas con respecto a sus hijos, pero es preferible recordar que has de criar al hijo que tienes, no al que te gustaría tener.

 

Recuerda: los principios son pautas, no reglas estrictas.

 

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