Publicado el miércoles, 6 de de 2017

"Se forran libros"

O cómo quitarles a los niños la ilusión de la vuelta al cole

¿Cómo han ido las vacaciones? ¿Habéis seguido nuestros consejos? La vuelta al cole ya está aquí. Por estos días leemos muchos artículos sobre cómo “amortiguar” el impacto de este momento del año, del tipo “cómo hacer que la vuelta al cole no sea tan dura” o “cómo afrontar la vuelta al cole”, como si se tratara de una enfermedad que hay que superar.

 

No sabemos qué tal lo lleváis en casa, pero ¿de verdad es tan deprimente esta etapa? ¿No estamos simplificando y dramatizando un poco? Y al margen de cómo lo vivan los adultos, ¿no estaremos transmitiendo a los niños una carga y un motivo de estrés innecesarios?

 

En esto pensábamos cuando nos encontramos con este anuncio en el escaparate de una librería:

 

 

 

 

Entendemos que las librerías deban reciclarse y ofrecer más y nuevos servicios, por supuesto -como si las pobres estuvieran sobradas de clientes-, pero no deja de apenarnos un poco que en las casas ya no haya tiempo -o ganas- para forrar libros.

 

¿No os encantaba el momento de forrar libros? Elegir el papel, calcular medidas, cortar, oler el papel nuevo, doblar, pegar… y dar rienda suelta a la ilusión de un comenzar un curso nuevo, de ser un año mayor. Forrar los libros significaba también empezar a cogerles cariño, personalizarlos y hacerlos más nuestros aún, prepararse para cuidarlos e incluso leer alguna página que nos llamaba especialmente la atención.  

 

Quizás parezca un exceso de nostalgia, pero no sé, ¿por qué desperdiciar ese ritual tan mágico y educativo? Porque además de permitirnos vivir la ilusión de crecer, implicaba un despliegue de competencias de las que pocas actividades pedagógicas pueden presumir: psicomotricidad, concentración, cálculo, creatividad, expresión artística, responsabilidad…

 

Como lo de comprar a los niños zapatillas con velcro, para facilitarles el trabajo, y luego les hacemos pasar un cordón por los agujeros de un cartón en forma de zapato, para que ejerciten la motricidad fina.

 

Es decir, no sólo se trata de que estamos desaprovechando una oportunidad para regalarles a los niños la ilusión de las cosas sencillas, sino también la de que ejerciten su autonomía y sentido de la responsabilidad. ¡Ay, cuánta riqueza tienen las pequeñas cosas de la vida! ¡Ay, qué rápido vamos a veces que nos las perdemos!

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