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Publicado el miércoles, 4 de de 2016

Los padres inteligentes leen cuentos a sus hijos

5 consejos muy prácticos para ayudar a tu hijo a desarrollar el lenguaje.

Empezamos este post justo donde acabamos el anterior: «Si quieres que tu hijo sea inteligente, léele cuentos. Si quieres que sea más inteligente, léele más cuentos.» Esta brillante cita de Einstein nos la descubrió Álvaro Bilbao, en su último libro, El cerebro del niño explicado a los padres. La cita abre uno de los capítulos en los que explica cómo favorecer el desarrollo intelectual del niño, específicamente en relación con el lenguaje.

¿Cuál es la relación entre la inteligencia y los cuentos? Pues que los cuentos son una de las herramientas más efectivas para fomentar el desarrollo del lenguaje, y es a través del lenguaje, y es gracias al lenguaje que el niño puede adquirir conocimientos y transmitirlos. El lenguaje –afirma Álvaro Bilbao– «es la herramienta más importante de la que dispondrá a lo largo de su vida para aprender, relacionarse y conseguir lo que desea. (…) De hecho, la riqueza de vocabulario es la variable que más influye en el cociente intelectual.»

 

¿Cómo podemos entonces ayudar a que nuestros hijos amplíen su vocabulario, mejoren la capacidad de comprensión de lo que escuchan o leen y sepan expresarse de manera adecuada y efectiva? Álvaro Bilbao nos ofrece una serie de consejos muy prácticos, sencillos de aplicar en el día a día y con resultados positivos. Aquí van (lo que sigue son extractos del libro El cerebro del niño explicado a los padres).

 

1- Háblale mucho

 

Las mujeres conversan mucho antes y mucho más con el niño que los papás. Esto se debe a una diferenciación de roles que se da desde el origen de nuestros tiempos. Mientras los hombres salían a cazar en pequeños grupos que avanzaban con sigilo por el bosque para no espantar a los animales, las mujeres se congregaban en el poblado para cuidar a los niños y conversaban animadamente.

 

  • Desde el nacimiento puedes hablar con tu hijo, calmadamente, pero de una manera fluida. • Puedes describir lo que vas viendo por la habitación, explicarle qué estás cocinando, lo que has hecho en el trabajo o simplemente explicarle lo que está pasando en el partido de fútbol.
  • También puedes detenerte un minuto para decirle cómo te sientes ese día en particular; recuerda que enriquecer el vocabulario de sentimientos del niño lo ayudará a desarrollar su inteligencia emocional.
  • Intenta hablar al niño de frente para que te mire mientras hablas, pues gran parte del desarrollo del habla ocurre gracias a la imitación de las posturas de los labios y la lengua.

 

2- Amplía su universo

 

Estar expuesto a objetos y a situaciones distintas de las que puede encontrar en la seguridad de su hogar va a expandir su vocabulario.

 

  • Da igual que vayas a la ferretería, a comprar una alfombra o a resolver un asunto financiero a un banco, llévate a tu bebé contigo y permítele aprender en el mundo real.
  • Asimismo, descifrar los sonidos de distintas personas, cada una con su acento y su forma de pronunciar, va a permitir que el niño afine su capacidad de incorporar los sonidos de su lengua –o incluso de otras lenguas–. Ampliar el círculo social del niño no solo mejorará su capacidad para comprender mensajes, sino que enriquecerá su vocabulario.
  • Otra manera de ampliar su universo es a través de las canciones y de la lectura, pues son una manera eficaz de exponer al niño a nuevas palabras, que escuchará una y otra vez desde la más tierna infancia. Rescata canciones de tu infancia y cántalas con tu hijo, consigue discos de música infantil y escúchalos en casa o en el coche. Los niños se aprenderán las letras de memoria y estarán ampliando su vocabulario de una manera divertida.

 

3- Juega a las instrucciones

 

Seguir instrucciones es algo más difícil de lo que puede parecer a primera vista. Para seguir una instrucción, el cerebro tiene que poner en marcha un complejo mecanismo que, en esencia, es el mismo que tú tienes que seguir cuando montas un mueble de Ikea. Para un niño de un año, entender que debe poner su pañal en el cubo de la basura puede ser algo tan complejo como esto y, para el de cinco, comprender que para preparar la pizza debe poner primero el tomate, luego el queso y por último los ingredientes en trocitos pequeños puede ser tan complicado como para ti montar la librería Expedit de Ikea.

 

  • Te vas a sorprender de lo difícil que puede llegar a resultarles seguir instrucciones cuando ponéis la mesa juntos, cuando estáis preparando la mochila para ir al cole o, simplemente cuando lo estás ayudando a ordenar sus juguetes. Una frase tan sencilla como «Guarda los cochecitos en la caja grande» va a requerir todo el esfuerzo de un niño de dos años, y otra algo más compleja como «Sirve la leche en la taza, pon dos cucharas en la mesa y busca dos servilletas en el segundo cajón » va a ser todo un desafío para un niño de cinco.
  • Además de practicar con las tareas cotidianas, también puedes jugar con tus hijos dándoles instrucciones divertidas como «Da un salto, luego una palmada y termina con una voltereta, ¿estás preparado?».
  • Si lo ayudas a prestar toda la atención cuando le estás dando instrucciones y también cuando notas que no ha descifrado o retenido todo el mensaje, verás cómo progresa rápidamente.

 

Ayudar a tu hijo a seguir instrucciones va a permitir que mejore su capacidad de concentración, de trabajar mentalmente con el lenguaje y, además, es una manera fantástica de desarrollar en él la responsabilidad y la colaboración en las tareas domésticas.

 

4- Expande sus frases

 

El lenguaje no es solo vocabulario. La gramática permite combinar las palabras para construir significados y es una función algo más difícil de adquirir. Uno de los aspectos más interesantes de la gramática es que si se combinan las mismas palabras de diversas maneras podemos crear significados totalmente distintos. Por ejemplo, la frase «Valentina no quiere gusanitos porque está enfadada» tiene una interpretación distinta a la de «Valentina está enfadada porque no quiere gusanitos». En el primer caso, la tristeza es una causa y en el segundo una consecuencia.

 

  • Sin embargo, hay una gran diferencia entre ser capaces de comprender las reglas del lenguaje y ser capaces de emplearlas para construir frases y párrafos que transmitan exactamente lo que el niño quiere decir. Cuando el niño alcanza los dos años de edad podemos ayudarlo a expandir sus expresiones añadiendo adjetivos o verbos. Por ejemplo, si nuestro hijo nos señala un perro que corretea detrás de unas palomas y dice: «Un perro», nosotros podemos hacer una réplica un poco más amplia en la que incluyamos un verbo, un adjetivo y un adverbio: «¡Sí! Es un perro muy juguetón».
  • ¿Es bueno corregir los errores gramaticales de los niños? Los expertos en adquisición de lenguaje aseguran que, a menos que sea un error muy reiterativo, corregir las frases del niño sin señalar explícitamente que ha cometido un error es la mejor manera de ayudarlo a interiorizar y a utilizar la gramática adecuadamente, y evitar que se sienta inseguro en el uso del lenguaje.

 

5- Inculca en tus hijos el amor por la lectura

 

Es cierto que se aprende a leer en la escuela, pero, sin lugar a dudas, el amor por la lectura es algo que se siembra y crece sobre las pantorrillas de los padres.

 

  • Hay muchos cursos que prometen enseñar a leer con tres o cuatro años. No hay ningún estudio que indique que aprender a leer a edades tan tempranas beneficie al niño de alguna manera. Sin embargo, sí sabemos que los niños que disfrutan de la lectura, aquellos que crecen amando los libros, tienen un vocabulario más rico, comprenden mejor lo que leen, redactan mejor y cometen menos faltas de ortografía.
  • El rato de lectura es un momento mágico para el padre y el niño. Sentados sobre las piernas del papá o de la mamá o tumbados en la cama, los niños a los que sus padres leen cuentos todos los días conocen más palabras, tienen la agilidad para reconocer palabras escritas y adquieren el hábito de la lectura diaria. Intenta hacer de este momento algo especial; deja que tus hijos elijan el cuento que quieren que les leas, ponle entusiasmo e interpreta a los personajes.
  • Además, el ratito del cuento ofrece una oportunidad única para construir el vínculo y la memoria. Cuando estamos tumbados con nuestro hijo o lo sostenemos en brazos, el contacto de nuestros cuerpos o el propio beso de buenas noches van a ayudar a generar la oxitocina, que, por si no lo recuerdas, es la hormona del amor, la que nos hace sentirnos unidos a otra persona y seguros.

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