Quien más, quien menos, hoy todos padecemos de déficit de atención; aunque no nos hayan diagnosticado TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad). Sin atención, no sabemos distinguir lo que es relevante de lo que no lo es; sin atención, vamos respondiendo pasivamente a los estímulos que logran destacar entre la larga e intensa sucesión de estímulos a la que estamos sometidos día a día, pero no somos capaces de detectar aquello que quizá, sin hacer tanto ruido –sin llamar tanto la atención– puede resultar más significativo para nuestra vida.
Vamos abriendo carpeta tras carpeta, un correo electrónico tras otro, y llegamos a olvidarnos de qué estábamos buscando. Y caemos en la cuenta de que «esto no es normal», de que con tanta tecnología, lejos de volvernos más eficientes, nos estamos desquiciando, y de que el multitasking es ciencia ficción, es un engaño, porque probablemente puedas llevar a cabo dos tareas a la vez, pero difícilmente hagas las dos bien.
Los niños no son ajenos a este déficit de atención generalizado, que parece haberse instalado en nuestra sociedad. Los adultos podemos al menos –a veces– darnos cuenta de que nos cuesta concentrarnos y mantener la atención durante un tiempo considerable. Pero los niños, que incluso antes de nacer se han estrenado en la red a través de sus ecografías, se han acostumbrado a este ritmo frenético en el que viven sus padres, a esta sucesión constante de imágenes y sonidos. ¿Sufrirán entonces menos que nosotros este estilo de vida? ¿Aprenderán a distinguir lo que vale la pena en medio de tanto ruido? Lamentablemente, la especie no evoluciona tan rápido como la sociedad, y también sufren y sufrirán de déficit de atención.
Y ahí están los datos sobre la escasa comprensión lectora de los escolares, el éxito de los libros prácticos para ayudar a los niños a relajarse y los libros de mindfulness, para los adultos que necesitan volver a conectar con el presente y consigo mismos. Esta realidad explica también el éxito de un género de libros para niños especialmente diseñados para entrenarlos en la capacidad de atención, observación y concentración, como nuestras dos últimas novedades: El bosque misterioso y El mar misterioso.
Se trata de dos pequeños libros manuables y resistentes, con todas las páginas de cartoné y esquinas redondeadas, especiales para los más pequeños. Los lectores deben descubrir cuál es el intruso de cada página. Son libros para jugar (y ya se sabe que si juegan, los niños aprenden).
El nivel de dificultad varía en cada página, descubrir al intruso es más fácil en algunas páginas que en otras. De esta manera, el niño se sentirá muy reconfortado al resolver algunos de los enigmas, lo cual le dará confianza para buscar el intruso en las páginas de mayor dificultad, y aumentará a la vez su motivación por resolver los más difíciles.
Por cierto, en algunos casos, los niños encontrarán al intruso antes que los adultos, dado lo saturados que están nuestros sentidos.
Si se trata de niños mayores, otro libro muy interesante para fortalecer las habilidades de atención y concentración es Gente, de Peter Spier. Sus detalladas ilustraciones sobre los distintos estilos de vida poseen un especial atractivo para los niños a partir de 4 o 5 años.
Aquí el interés no reside en un desafío intelectual, sino en la curiosidad que nos despierta sobre cómo son y cómo viven los demás, por eso está dirigido a niños que ya empiezan a preguntarse por su entorno. Un libro muy adecuado, por cierto, para fomentar la empatía.
Por supuesto, todos los libros en general ayudan a ejercitar la capacidad de atención; en definitiva, la inteligencia, entendida ésta como la capacidad de resolver un problema. Ya lo dijo Einstein: